Hay algo casi poético en la unión entre el mar y la vid. En Mallorca, donde la brisa salina alcanza incluso los viñedos del interior, los vinos adquieren una personalidad única: frescos, minerales y con un carácter mediterráneo inconfundible. En Ses Oliveres Port de Sóller, esos matices se convierten en el acompañamiento perfecto para los sabores del mar.
Las denominaciones de origen mallorquinas
La isla cuenta con dos denominaciones de origen —Binissalem y Pla i Llevant— y una amplia indicación geográfica, Vi de la Terra Mallorca, que ampara a decenas de pequeñas bodegas familiares. Las variedades autóctonas como la Prensal Blanc (también llamada Moll), el Giró Ros, el Callet o el Manto Negro son las verdaderas protagonistas. Cada una aporta una identidad distinta, perfecta para acompañar platos frescos, marineros y llenos de matices.
Un blanco de Prensal Blanc, ligero y con notas cítricas, resalta la dulzura natural de la gamba roja de Sóller o de un carpaccio de marisco. Los vinos elaborados con Giró Ros, más estructurados y con recuerdos de fruta blanca y almendra, maridan de maravilla con arroces como la fideuà negra o un arroz caldoso de sepia.
Si prefieres un toque más intenso, los rosados de Callet combinan frescura y carácter, y acompañan a la perfección platos como el pulpo a la parrilla o la sepia salteada con verduras. Y para quienes se atreven con un tinto, los jóvenes de Manto Negro, suaves y aromáticos, sorprenden con pescados de roca o platos de mar y montaña.
El secreto está en la armonía: no se trata de que el vino domine al plato, sino de que ambos se realcen mutuamente. En Ses Oliveres, cada copa se convierte en una invitación a descubrir cómo la tierra y el mar de Mallorca dialogan a través de los sentidos.
Porque, frente al puerto, con el Mediterráneo de fondo y un vino local en la mano, cada comida es mucho más que una experiencia gastronómica: es un homenaje a la isla.
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